Principal Cuaderno Nº 31 Índices

"El Cincho"
(La Población de Yuso) , un campamento romano de las Guerras Cántabras en tierras campurrianas

Manuel García Alonso


Descubrimos un espectacular recinto e iniciamos los trabajos.

Un recorrido con ánimo de fotografiar unos atrincheramientos de nuestra última Guerra Civil (LÓPEZ GUTIÉRREZ, 2001), durante el mes de julio de 2000, dio como resultado el hallazgo de un gran emplazamiento fortificado en altura, inédito hasta el momento en la historiografía arqueológica; esta circunstancia fue comunicada prontamente a la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria. En aquellos momentos ya contemplábamos la posibilidad de que se tratara de un importante yacimiento arqueológico, dadas sus características y tamaño. A la comprobación y a la verificación de esto se dirigieron entonces nuestros esfuerzos. Para ello solicitamos, el 2 de marzo de 2001, de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria la correspondiente autorización de un proyecto de intervención arqueológica.



Vista general del emplazamiento de El Cincho

El emplazamiento de la fortificación se localiza en la zona más amplia y abierta de la cubeta campurriana, al extremo de La Rasa, allí donde Campoo se aproxima a la profunda hoz del río Nela (Valdeporres) y a las alturas de la divisoria (Mediajo Frío y El Escudo), a unos 500 m. al N. del núcleo de La Población de Yuso (Campoo de Yuso), en torno a la cota máxima de 924 m., en el lugar conocido como El Cincho. Se trata de un altozano alomado destinado a pastos comunales y praderías cercadas que domina visualmente la gran llanada de La Vilga, hoy anegada por las aguas del Embalse del Ebro (FOTO 1). El topónimo que da nombre al cerro, y ahora al yacimiento, "El Cincho", proviene por natural y clara evolución del latino cingulum, con el sentido aquí de cinturón amurallado en torno a la cima.

Tal y como expresábamos en la solicitud se trataba de afrontar los trabajos de investigación iniciales con el objetivo de completar las planimetrías necesarias de todo el yacimiento, determinar la presencia de repartimientos o, en su caso, estructuras internas, realizar sondeos arqueológicos en las defensas para establecer su adscripción cultural y conocer los detalles de las estructuras, y realizar un primer acercamiento a la estratigrafía del yacimiento. Al tiempo, trataríamos de localizar evidencias que permitieran comprobar la hipótesis, que ya contemplábamos por entonces, de que se trataba de una fortificación relacionada con la Guerras Cántabras (GARCÍA ALONSO e. p.). Con los oportunos permisos y con el apoyo económico del Ayuntamiento de Campoo de Yuso y de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria se afrontó la intervención en el yacimiento.

Los trabajos de campo se desarrollaron en los meses de junio, julio y agosto de 2001. Tras una serie de actuaciones preliminares, entre los que señalaremos el levantamiento previo de la planimetría, reunir el equipo de trabajos de campo y decidir los lugares que. a priori, parecían más a propósito para los sondeos, iniciamos los trabajos arqueológicos, de topografía y planimetría, de prospección ocular, aérea y eléctrica, y de sondeos, los cuales se desarrollaron entre el 25 de junio y el 25 de agosto. Concretamente los sondeos arqueológicos fueron cuatro, con un equipo de trabajo de entre cuatro y nueve personas. Realizamos también una serie de fotografías aéreas oblicuas con el fin de ayudar en la labor de definición planimétrica y de determinar mejor el carácter de algunos elementos singulares de la estructura defensiva. La topografía general del yacimiento se realizó a finales de junio y la topografía previa de los sondeos y su planimetría se realizaba antes de excavar y en el curso de la misma excavación. Aunque con ciertas dificultades, debido a la existencia de otilas triásicas muy metalizadas en superficie y de numerosísimos fragmentos de metralla de los combates de agosto de 193~. pudimos realizar una prospección eléctrica del yacimiento.

Los cuatro sondeos arqueológicos ocuparon una extensión de 36 m² de superficie, sobre los 152.000 m² de la superficie total del yacimiento:

SONDEO MURO EXTERIOR ESTE. Con el doble fin de determinar las características y disposición de la estructura evidenciada en prospección y de obtener su secuencia estratigrafía, se planteó la excavación de una trinchera de dos metros de anchura, perpendicular a la misma, compuesta por seis cuadrículas de 2x2 m.(A).

SONDEO MURO INTERIOR. Con la doble finalidad de determinar las características y disposición de la estructura vista en prospección v de obtener su secuencia estratigráfica, se planteó la excavación de una trinchera perpendicular a la misma compuesta por cinco cuadrículas de 2x2 m. (B).

SONDEO CIMA. Con la mirada puesta en la posibilidad de una estructura que pudiese corresponder con alguna dependencia, en una zona donde cabría esperar el pretorio campa-mental, se planteó la apertura de una cuadrícula de 4x4 m. (C), dividida a su vez en cuatro cuadrantes, de 2x2 m., y se procedió finalmente a la excavación de tres de ellos.

SONDEO INTERIOR OESTE. Con el objeto de determinar las características y la adscripción de unas posibles estructuras que aparecían por toda la zona occidental del recinto se determinó excavar una cuadrícula de 4x4 m. (D).

Una vez completada la labor de campo que nosotros podíamos afrontar, como teníamos previsto, acometimos el estudio y análisis de las estructuras y objetos muebles y la redacción de los correspondientes informes y memorias de los trabajos. En un primer momento un Informe Preliminar que se entregó a la Consejería de Cultura el 11 de noviembre de 2001. Al tiempo se buscó la colaboración necesaria que, siempre teniendo en cuenta lo muy limitado de los medios con que contamos, pudiese aportar análisis complementarios, entre los que se encuentra el que aquí se contempla sobre los hallazgos numismáticos, que fueron enviados para su estudio dentro del proyecto de investigación del Centro de Estudios Históricos "La circulación monetaria en los campamentos del Norte y Noroeste de la Península Ibérica", dirigido por Mª Paz García y Bellido.

Sin duda estábamos ante un campamento romano

De los diversos trabajos de prospección y del levantamiento topográfico obtuvimos abundantes datos de un recinto campa-mental de campaña de casi 16 hectáreas de extensión, dividido por un muro interno que cierra un recinto secundario en la ladera septentrional, con esquinas redondeadas y varias puertas de acceso, algunas claramente en forma de "clavícula'1. En el interior se apreciaban algunos muretes y amontonamientos de piedra que precisaban de excavación para su adscripción y determinación precisa. Al tiempo localizamos y pasamos al plano general las tres líneas de trincheras pertenecientes a su reocupación durante nuestra última Guerra Civil, lo que venía a recalcar el evidente carácter estratégico del emplazamiento.

De los cuatro sondeos arqueológicos realizados se pudo determinar el tipo de estructuras con que cuentan los recintos romanos y la estratigrafía general del yacimiento. Empezaremos por las estructuras:

En el SONDEO MURO EXTERIOR ESTE localizamos y determinamos las estructuras de fortificación exterior propias de un campamento romano de campaña militar y las de un atrincheramiento de la Guerra Civil Española. Las primeras se componen, de dentro a fuera, de un paso de ronda (verma), un muro de piedra sin trabajar derruido (vallum), la rampa correspondiente al agger hacia el exterior, un foso en uve (fossa fastigata) cegado intencionadamente con la piedra del muro y un breve contra-agger. Asimismo localizamos una trinchera intrusiva en los niveles romanos, con refuerzos de defensa hacia e Este, en cuyo interior se recuperaron restos diversos de muñí don correspondientes a los combates que aquí tuvieron lugar en agosto de 1937.

Al tiempo determinamos la serie estratigráfica que se vincula con las estructuras, mostrándose la inexistencia de otras fases distintas de ocupación a las ya señaladas, así como el claro testimonio de la destrucción de la estructura campamental por parte de sus ocupantes y la reutilización de sus restos por los defensores republicanos de esta posición casi dos milenios después.

En el SONDEO MURO INTERIOR se localizó, caracterizó; puso en evidencia la estructura de fortificación de un muro in terno comparable al del sondeo anterior y atribuible al mismo periodo y fase de ocupación. Tal estructura se compone, de dentro afuera (de Sur a Norte) de una amplia plataforma de piedra; sin trabajar en la cual se localizan zonas de fuerte combustión y huecos groseramente redondeados, compatibles con la base de una estructura de madera incendiada (¿turris?), un muro de piedras más grandes sin trabajar (vallum), una rampa del agger, un foso en uve (fossa), igualmente cegado por piedra caída desde el muro, y su correspondiente contra-agger. Eran claras las evidencias de un fuerte incendio en este sector y especialmente en la plataforma superior. Igualmente se determinó la serie estratigráfica correspondiente, volviéndose a atestiguar con gran precisión la destrucción de las estructuras defensivas campamentales. No se obtuvieron restos materiales muebles correspondientes al nivel de ocupación.

En el SONDEO CIMA se comprobó la falsa sensación de muro antiguo del alineamiento de piedras en superficie, adscribiéndose a labores agrícolas contemporáneas y correspondientes a un momento posterior al reparto parcelario. Conseguimos aquí llegar al nivel geológico de base, la roca matriz, y determinar que el nivel de incendio y rubefacción alcanza también esta zona, aunque no se encontraron estructuras asociadas. Al margen de fragmentos de metralla de la Guerra Civil no encontramos restos materiales.

En el SONDEO INTERIOR OESTE comprobamos también que los alineamientos y amontonamientos de piedra sin trabajar son superficiales y no responden a estructuras muradas. Sin duda se deben adscribir también a labores de cercamiento de la parcelación contemporánea. Se comprobó que la sucesión estratigráfica es muy similar en todos los sectores abiertos, incluido el nivel de incendio sobre un suelo pisado y rubefactado. Tampoco encontramos restos materiales atribuibles al nivel de ocupación.

Al tiempo, en la prospección ocular, aérea y durante el levantamiento topográfico y planimétrico, determinamos, con el complemento de la documentación de fotos aéreas procedentes de suelos antiguos, los desarrollos de las estructuras visibles en superficie. Por un lado los de un muro (agger) y foso (fossa) perimetrales que encierra un recinto de ocupación, con esquinas redondeadas, de 152.000 m². con un muro de similares características que divide el área de asentamiento y refuerza las estructuras de defensa, y una serie de amontonamientos y alineamientos de piedra sin trabajar en el sector oeste del yacimiento. En el amurallamiento externo se localizaron dos ciaros ejemplos de accesos a través de puertas en clavícula (especialmente espectacular es la puerta Norte) y otro posible acceso del mismo tipo.

El contorno del campamento, ahora bien delimitado y documentado, revela una planta groseramente rectangular con tres de las esquinas redondeadas y la restante adaptada al terreno con el fin de evitar una vaguada, al SE., que quedaría batida desde el altozano inmediato. El amurallamiento rodea el cerro en torno a la cota de 905 m. y alcanza un perímetro de unos 1.510 m., extendiéndose 528 m. de N. a S. y 330 m. de E. a O, en sus longitudes máximas. La extensión que ello encierra, el área de ocupación propiamente, da una idea de la importancia del mismo (LÁM. 1).

El amurallamiento se percibe, en su mayor parte, como un gran alomamiento de derrumbe que, en su lado O., alcanza hasta los 4,50 m. de anchura, con afloramiento de piedra local sin huellas de trabajo en muchas zonas de su perímetro, y un foso más o menos colmatado en torno al mismo. La zona peor conservada de esta gran estructura es la meridional, ya que las labores para hacer praderías de este último siglo han arrasado la muralla y rellenado todavía más el foso. Aún pudimos apreciar, lo que es más peculiar, la existencia posible de hasta tres líneas de murallas distantes entre sí unos diez metros. Teniendo en cuenta que ésta es la zona de peores condiciones naturales para la defensa, la existencia, a comprobar, de las mismas no resultaría extraña.
En el circuito se aprecian ciertas discontinuidades que son compatibles, siempre con las precauciones propias de nuestros conocimientos actuales, con accesos o puertas. Una, que no ofrece dudas, por el lado N., aproximadamente en el centro de este frente amurallado; otras tres, muy próximas entre sí las más septentrionales, por la zona de sierra comunal en su lado O.; y otras dos por el E., de las cuales la más septentrional parece más claramente una puerta. Tras la observación pormenorizada de las fotos aéreas de que disponemos, en las cuales se percibe claramente el amurallamiento, dedujimos la posibilidad de que algunas de las puertas pudieron disponer del dispositivo defensivo de claviculae. En concreto dos de entre las situadas al O. y la puerta del lado N.

Al tiempo se observa otro amurallamiento con foso que divide el interior del recinto, también con esquinas redondeadas, que enlaza las puertas más septentrionales de los lados E. y O. Este muro, menos destacado en superficie actualmente que el recinto exterior, se reconoce por su correspondiente alomamiento y se acompaña de un posible foso en todo su recorrido por su lado X. El recinto Norte, el cerrado por este muro y foso, encierra unos 59.000 m². lo que deja unos 93.000 m² de extensión para el recinto principal situado en la parte alta del cerro. Todo ello se percibe en los vuelos aéreos disponibles y consultados, así como también en la prospección aérea y de superficie realizadas durante nuestros trabajos.

Por otro lado, aunque advertimos algunos restos superficiales de estructuras internas en la zona SO. próxima a la muralla y en la zona central junto al muro interno, no es posible aún su constatación ni definir todas sus características. En la cima se puede ver un alomamiento de piedras que discurre entre los dos edificios para depósitos de agua, con unos 60 era. de anchura y con una orientación general de 345°. El sondeo que hemos efectuado en este Sector nos permite ahora desechar su factura romana. En las proximidades del muro occidental, vimos hasta seis muretes rectilíneos perpendiculares, por el interior del recinto, al amurallamiento. Todos ellos son paralelos entre sí y separados unos 9 m. y, en la zona alta del murete situado más al N.. se aprecia un amontonamiento tumular de piedra local sin trabajar. Los diversos sondeos arqueológicos, por tanto, nos han permitido constatar el tipo de estructura defensiva de este emplazamiento romano. De dentro a afuera, un pasillo de ronda -verma- con suelo de tierra pisada que formaría parte del intervallum situado entre la empalizada y las primeras tiendas del campamento; el vallum. o base de piedra sobre la que sustentar la empalizada o la, hoy arrasado por los mismos soldados romanos y por los combatientes de la Guerra Civil después, consistente en una base levantada por amontonamiento de piedra seca irregular y sin trabajar, sobre el agger levantado con la tierra extraída de los fosos; la fossa. de 0,90 m. de ancha por 0.60 m. de profundidad, y un probable contra-agger exterior formado con tierra y piedra poco apreciable hoy.

Desde el inicio de la base del vallum, sobre el que presumiblemente se levantaría la empalizada defensiva, hasta el contra-agger la estructura tiene unos 7 m. de desarrollo, de los que 3 serían propiamente el agger, sobre el que la base de la empalizada parece que apenas tenía 1,5 m. de anchura, algo más de 1 m. de rampa y entre 0,90 m. el foso del muro exterior y 1,30 m. el del muro interno. El desnivel actual entre el fondo de estos fosos y la base del vallado es de 2 m. en el muro interior y de algo más, 2,25 m., en el exterior. Pero éste, sin duda, no sería el desnivel originario ya que los arrasamientos posteriores ya señalados permiten suponer que la diferencia fue bastante mayor, quizá de algo más de 3 m; si a esto le añadimos la altura de la empalizada de madera tendríamos que desde el fondo del foso hasta la parte superior de ésta debiera haber unos 4,5 m., suficientes para mostrar al enemigo una imponente dificultad al asalto.
La diferencia de altura entre la base y la cima del agger, debiéndose tener en cuenta que el vallum ha sido arrasado por diversas causas, es de 1.70 m. en el Sondeo Muro Exterior Este y de 1,30 m. en el Sondeo Muro Interior. En el primer caso estamos ante una altura que resulta la norma en este tipo de campamentos de campaña situados frente al enemigo. En el segundo ha de tenerse en cuenta que estamos ante un repartimiento interno y, posiblemente, ante un refuerzo de las defensas hacia el Norte.

Respecto a los fosos sondeados añadiremos que se trata de dos fosos en V (fossa fastigata), el correspondiente al amurallamiento externo tiene 0,90 m de anchura por 0,60 m. de profundidad, aproximadamente 3 por 2 pies romanos, y el muro interno mide 1,50 m. de anchura y 0.78 cm. de profundidad, unos 5 pies de ancho por 2 y medio de fondo. En este caso estamos ante la proporción normativa de los fosos romanos de campaña, una profundidad que sea la mitad de la anchura.

Comenzamos a reconstruir la historia del emplazamiento romano

La restitución histórica posible, por el momento, resulta sin embargo necesaria y se revela de gran interés. Debemos partir de los resultados de las prospecciones y sondeos, principalmente, sobre todo del análisis de la sucesión estratigráfica y del estudio de los materiales encontrados en el recinto.

En el Sondeo Muro Exterior Este (A) se han reconocido un total de once niveles diferentes (LÁM. 2), y se aprecia una clara diferencia en la serie estratigráfica localizada al Este y al Oeste de la trinchera de la Guerra Civil, y creemos que la causa hay que achacarla, sobre todo, a la incidencia sobre la serie original por las obras de fortificación de este último momento. La trinchera fue excavada removiendo los estratos romanos de ocupación y los que los cubrían (niveles Sup., 1, 2, 3, 8 y 10) y recreciendo con ello las zonas en que, removiendo lo que restaba del vallum y parte superior del agger, se levantarían las defensas parapetadas, a base de piedra procedente de las propias estructuras romanas, y. quizá, de sacos terreros. Éste sería el origen y formación de los niveles 5, 6 y 7

Por otra parte, la estratigrafía prueba que los soldados, al abandonar el emplazamiento fortificado, lo inutilizaron arrojando las piedras y tierra del vallum y parte superior del agger al foso para rellenarlo (FOTO 2).

En el Sondeo Muro Interior (B) hemos apreciado los restos de la estructura romana que se corresponde con la obra defensiva del recinto superior. Y. con mayor claridad que en el sector anterior, percibimos los testimonios de un incendio, que creemos intencionado, de las probables estructuras de madera del campamento romano (¿vallum y turris?), no por un ataque enemigo, sino por los mismos soldados al abandonar e inutilizar el campamento. Al igual que en el sondeo anterior, se comprueba que. entre las labores efectuadas para dicha inutilización, destacan las de destrucción de la base del vallum con cuyos materiales se han colmatado y cegado los fosos.

En el Sondeo Cima (C) obtuvimos una estratigrafía similar a la de los otros sondeos. Por una parte los niveles arqueológicos antrópicos, romanos y, sobre ellos, los niveles de deposición natural tras el abandono del emplazamiento fortificado. En este lugar, tenemos la evidencia de que ha habido remociones muy recientes y, por otra parte, los datos estratigráficos han permitido descartar la presencia de un muro romano en esta zona de la cima del cerro de El Cincho, como podíamos pensar al iniciar el sondeo. Sin embargo ha permitido testimoniar la gran extensión del nivel de incendio romano.

Sondeo Muro Exterior EsteFinalmente, en el Sondeo Interior Oeste (D), la excavación ha permitido, tras el análisis de su estratigrafía, desechar el origen romano de los amontonamientos de piedra localizados en superficie en la zona cercana a la pared derruida de la parcelación. Y. al igual que en el resto de las áreas sondeadas, se evidencian unos niveles antrópicos en la base (niveles 5, 6 y 7), en este caso los de ocupación y destrucción por parte de las tropas romanas, y los niveles superiores, de deposición natural y que sellan los niveles subyacentes.

La estratigrafía del yacimiento conduce, sin ninguna duda, a definir dos periodos o fases de ocupación. La prospección aérea, la ocular y la eléctrica ya permitían definir estructuras claramente de un castra aestiva del ejército romano en plena campaña militar, pero además en los sondeos hemos localizado niveles arqueológicos que es evidente corresponden a los suelos y estructuras defensivas apelmazados. Por encima de éstos tenemos niveles generalizados de incendio, con mayor o menor potencia o presencia zonal, con la excepción de las zonas correspondientes a las rampas del agger y las fossae. Y también, como evidencia de la inutilización y destrucción intencionadas de las estructuras defensivas los niveles correspondientes a la colmatación de los fosos y al arrasamiento del vallum. Esta fase se corresponde con la fase romana de ocupación y, por los mismos procedimientos que en el caso anterior, nos fue posible definir y diferenciar una serie de estructuras de atrincheramientos parapetados pertenecientes al emplazamiento defensivo del año 1937.

En los trabajos de prospección eléctrica rescatamos una serie de materiales metálicos atribuibles, en diversa proporción, a cada uno de los dos momentos de ocupación militar. Por un lado un gran número de proyectiles correspondientes a la Guerra Civil y por otro un limitadísimo grupo de elementos metálicos correspondientes a la ocupación romana que no ofrecen duda de que son coherentes con su origen militar. Tenemos un regatón o contera de un asta, un hacha y algunos clavos y grapas de hierro, así como una plaquita de bronce: amén de un pequeño lote de monedas con varios pequeños bronces, alguno partido, y un quinario de plata (LÁM. 3).

El hacha de hierro de El Cincho es prácticamente idéntica, formal y esterométricamente, a la publicada como procedente de la cueva de Covarrubias en las inmediaciones del castro de la Peña de Sámano (Castro Urdíales) en un contexto arqueológico de Edad del Hierro II y romanización (MOLINERO ARROYABE y otros, 1992: BOHIGAS ROLDAN, 1999). Pero también se encuentra entre los materiales de algunas necrópolis vettonas, como la de El Raso (Ávila) en que una se fecha en los siglos II y I a. C., y no perdamos de vista que es cosa sabida la participación de numerosos indígenas de aquella zona como tropas auxiliares por los romanos en las Guerras Cántabras. Podemos añadir que los clavos -clavi- y las grapas pertenecen a lo que se puede denominar "carpintería de armar'' y que se suele encontrar en contextos militares.

La contera de hierro, un contus, que, por su tamaño y tipo, pertenecía necesariamente a un asta, quizá de un estandarte legionario. Se localizó "in situ" incrustado en posición original clavado verticalmente y atorado entre dos piedras. Pensamos que ello fue la causa de que se quedase allí. Se trata de un tipo bien conocido a partir de las representaciones en los relieves militares conmemorativos. Un ejemplo singular es el de la representación de la estela de Pintaius, procedente de Bonn (Alemania), con la representación de un legionario signifer, de origen astur, que porta un signum con una contera como la que hemos localizado en El Cincho.

Hemos hallado también una plaquita de bronce con dos pequeñas perforaciones que, si no ofrece dudas sobre su adscripción al periodo romano, sí que las ofrece respecto a su uso y función. No hemos hallado ningún paralelo estrecho con ella, aunque su aspecto y tipo debe guardar relación con la metalistería de fábrica militar de este momento, de la cual vamos conociendo cada vez más detalles. El empleo de junturas perforadas para su sujeción mediante hilos o remaches es común en este tipo de trabajos, bien para sujeción de armas o para la indumentaria militar (FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, 1999). Como hipótesis adelantamos la posibilidad, deducida por la localización de las perforaciones, de que estemos ante algún elemento de lorica.

Sobre los hallazgos numismáticos remitimos al estudio específico al que nos hemos referido. Adelantaremos, sin embargo, algunas consideraciones del análisis primero de estos hallazgos. La presencia de moneda partida, en este caso ases, es algo habitual y sabido de ambientes militares, tanto de emplazamientos propiamente campamentales corno de territorios de frontera militar o con fuerte presencia legionaria. La fecha final para las particiones hispanas parece ser el reinado de Tiberio, a juzgar por lo hasta ahora conocido. El dominio de los bronces, el pequeño monetario, en los campamentos romanos es lo habitual y esperable (GARCÍA Y BELLIDO, 1996). Además tenemos que los dos ases completos hallados en El Cincho son emisiones celtibéricas que, por el tipo con cabeza y el jinete lancero, no pueden remontarse más allá del primer cuarto del siglo 1 a. C. En un caso su conservación permite identificar un tipo correspondiente a una emisión de la ceca de la Clunia celtibérica que tiene su origen en los mismos tipos celtibéricos que emite la ciudad al comienzo, con cabeza desnuda y delfín en anverso y jinete lancero en reverso (BLANCO GARCÍA, 1987), pero con la grafía latina. Teniendo en cuenta que esta ceca emite desde los tiempos de Tiberio con el toro parado propio de otras cecas de la zona del Ebro, estaríamos con una emisión hispanolatina encuadrable entre Julio César y Octavio Augusto. Debemos recordar que esta moneda menor celtibérica, sobre todo ases, serían traídos al Norte de Hispania por los primeros ocupantes a partir de Augusto, dominando hasta el emperador Calígula las emisiones del Ebro y de Clunia, precisamente (CEPEDA, 1999).

Mención aparte ha de tener el quinario de plata, una emisión totalmente romana en tiempos de Augusto y cuya efigie, a la derecha y desnuda, aparece en el anverso. Antes de nada dos cosas, primero señalar la presencia, aunque esporádica, del pequeño numerario de plata en los emplazamientos militares romanos (GARCÍA Y BELLIDO. 1996), después que estamos ante un serrati, producido con el objeto de evitar falsificaciones. Este hecho es conocido para las emisiones romanas de fines del periodo republicano. Respecto a las leyendas, en el anverso figura, junto al busto imperial, el título de "Caesar", propio de los emperadores al adoptar vindicativamente el nombre de Julio César, el título de "Imperator" y el numeral VII que identificamos con su séptimo consulado, en el 27 a. C., poco antes de partir para Tarraco. Hemos de recordar que, en Suances, se encontró un denario de Augusto con su efigie desnuda en el anverso, una leyenda similar, y cuadriga en triunfo en el reverso (VEGA DE LA TORRE, 1982). En el reverso del quinario, sobre un monumento circular, se alza una Victoria portando la corona con una leyenda que recuerda la recuperación para Roma de la provincia de Asia: "Asia Recepta". Se trataría de una emisión a cargo de la familia Iulia, es decir una acuñación imperial; posiblemente una emisión militar con objeto de cubrir las soldadas de las tropas movilizadas.

En conclusión, y sin perjuicio de los estudios y análisis en curso que nos habrán de dar los alcances finales de estas aseveraciones, el pequeño conjunto de monedas localizadas hasta ahora en El Cincho pensamos que es coherente con su localización en un establecimiento militar, en un campamento. Estaríamos, desde otro punto de vista, ante unas emisiones que podemos situar en el tercer cuarto del siglo I a. C., entre el 45 y el 27 a. C.

Los paralelos más estrechos de nuestro yacimiento se encuentran, precisamente, en los castra del asedio a la Espina del Gallego, en las altas sierras que separan las cuencas del Pas y del Besaya (PERALTA LABRADOR. 1999 y 2000). El castra maiora de Cildá es un campamento de montaña, adaptado al terreno, con varios amurallamientos en torno al recinto central situado en la zona más elevada. En total son unas 23 ó 25 Has. Describe un cerco rectangular central con las esquinas redondeadas, la típica forma de los campamentos de campaña del momento, fortificado con agger y fossae. Las cercas exteriores remontan las laderas hasta unirse al recinto indicado. En estos recintos se encuentran al menos tres puertas de acceso, las situadas frente al castro de la Espina del Gallego disponen de clavículas. Es interesante indicar que la puerta con clavícula más septentrional se encuentra justamente en el enlace de varios recintos, como muy posiblemente en El Cincho, Y el pequeño campamento, quizá castellum, de El Cantón es de planta subcircular, se fortifica con agger de tierra y fossa en torno, posee dos puertas con clavículas muy ciaras y, a diferencia de los otros se trata de un castra minora.

Al Norte, el campamento del Campo de las Cercas o de La Collada sería otro castra maiora, otro campamento para dos legiones. En realidad es un campamento de planta rectangular -500 x 300 m.- con las esquinas redondeadas al que se adosa otro similar por su lado menor septentrional con la finalidad de adaptar la planta campamental al alomado interfluvio. En total unas 18 Has. de superficie entre los dos. Poseen su correspondiente agger y fossa y las puertas, en clavícula también, se sitúan en el enlace de ambos recintos. Esta disposición y elementos resultan semejantes a las descritas en el yacimiento campurriano que nos ocupa.

Más lejos, en las proximidades de Bernorio, se ha dado recientemente a conocer por este investigador el hallazgo de un probable campamento de campaña de planta rectangular y adaptado al terreno, con puertas en clavícula (PERALTA LABRADOR, 2000). En los últimos trabajos en este yacimiento de El Castillejo se ha testimoniado también el relleno intencionado de los fosos por sus ocupantes en el momento de abandonar el emplazamiento. Y en Cuartango (Álava) se ha localizado recientemente, estando todavía en estudio, un intento de castramentación romana entre un ataque que delimita un espado definido por los hallazgos de armamento y pertrechos militares, con vallum terrero, que se fecha por hallazgos numismáticos entre los años 40 y 30 a. C. (UNZUETA PORTILLA y OCHARAN LARRONDO. 1999). Los investigadores han derivado un plano campamental rectangular con esquinas redondeadas a partir de la localizadón exacta de los materiales recuperados, con 160 x 110 m. de planta aproximadamente.

Ángel Morillo señala, en su estudio sobre los campamentos romanos en España, la evolución hacia la planta rectangular tras las reformas de Mario y César, así como al redondeo de las esquinas. Esto ya es muy claro en época augustea y tiberiana, como en Rosinos de Vidriales (Zamora) (MORILLO CERDÁN. 1991). Por citar otros paralelos, algo más lejanos en espacio y tiempo, señalaremos los varios campamentos del asedio a Numancia, sobre todo el de Castillejos y alguno de Renieblas, muestran esquinas con tendencia a este tipo y adaptaciones ya significadas al terreno en los castra aestiva más claros; o el de Valdemeda (León) con doble clavícula (BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, 1999: SÁNCHEZ-PALENCIA RAMOS, 1986). Y Reddé, en sus trabajos en el asedio y campo de batalla de Alesia, oppidum que sirvió de refugio a las tropas galas de Vercingétorix, nos muestra campamentos de campaña de planta bien adaptada al terreno, a veces subcirculares, similares a otros augústeos del limes germánico. La presencia de claviculae y otros sistemas defensivos son constantes (REDDE, 1999). Y es innecesario ir más lejos.

Y comenzamos a plantearnos cuestiones de mayor alcance

Los datos arqueológicos logrados, los paralelismos puestos de manifiesto y su situación geográfica nos permiten afirmar con seguridad que estamos ante un nuevo castra romano de campaña, posiblemente relacionado con la misma ofensiva militar. La superficie comprendida en el interior de sus recintos nos lleva a pensar en el acuartelamiento momentáneo de una o. a lo sumo, dos legiones en campaña.

¿Quiénes y dónde estarían aquellos que hicieron tomar tales precauciones a las tropas romanas?. Sin duda eran las poblaciones cántabras del entorno. Dejando a un lado los emplazamientos reconocidos como pertenecientes al Hierro I o al Bronce Final, considerando solamente los castros o poblados del Hierro II. sobre todo de sus momentos finales y previos a la llegada de los romanos, conocemos algunos que pudieran ser la causa de estos esfuerzos de fortificación. El Cincho no se halla lejos del castro de Las Rabas, en Celada Marlantes (GARCÍA GUINEA y RINCÓN, 1970) y. por otra parte, del castro de La Espina del Gallego, también relativamente próximo (PERALTA LABRADOR, 1999). Pero se conocen otros yacimientos del mismo periodo y adscripción cultural tanto o más próximos, aunque se trata más bien de prospecciones y aún no se han definido suficientemente sus fases de ocupación. Citaremos el de Arnedo, sobre un espolón acantilado del páramo de Carrales justo al otro lado de los Llanos de La Vilga, el de Espinosa de Bricia. al S. del anterior (BOHIGAS y otros. 1984), el de Sierra, también junto al Embalse del Ebro, y el posible castro de La Lastra en medio del mismo. Últimamente entre los varios publicados por el investigador Eduardo Peralta señalar, también por ser muy próximo, el de La Maza (PERALTA LABRADOR, 2000). Desde El Cincho son perfectamente visibles estos emplazamientos cástrenos burgaleses de La Maza y Arnedo. A éstos quizá habría que añadir otros, como los de las Eras de Cañeda y el de Monte Ornedo, que también son mal conocidos por falta de trabajos arqueológicos de suficiente Habilidad, y los que recientemente se están dando a conocer en toda la comarca de Campoo, entre los que citaremos el de Triquineja, y con más problemas de adscripción los de Naveda, Abiada, La Población de Suso, La Guariza, Salces y Fresno del Río (FRAILE LÓPEZ, 1990).

El sometimiento y control de los castros de la zona próxima a las fuentes del Ebro, justificarían por sí el establecimiento de un campamento en la zona. Pero el hallazgo cobra un mayor significado estratégico, tiene una mayor poder explicativo, si consideramos la hipótesis también de la preparación del avance y asalto finales contra los cántabros que irían a refugiarse en la Espina del Gallego o en otros castros de la vertiente norte de la cordillera. De hecho, la disposición de las defensas de El Cincho así parecen indicarlo. También la necesidad de guarnecer la retaguardia y el camino de enlace y avituallamiento, así como vigilar a los pobladores de los castros de la zona, siempre levantiscos, tienen capacidad explicativa suficiente. Ninguna de las hipótesis expuestas se excluyen entre sí, aunque diremos que los datos arqueológicos no llevan a pensar que el campamento pudiera ser atacado: más bien todo indica el abandono voluntario del mismo, con la inutilización del recinto defensivo.

Pero es que los hallazgos numismáticos han precisado más. El quinario de Augusto corresponde a una emisión del año 27 a. C., y, si tenemos en cuenta que en ese año el Senado otorgó a Octavio el título de "Augustus" y que llega a Tarraco a finales del mismo para, desde allí, preparar la campaña del 26 a. C., creemos que nos encontramos ante un castra aestiva de la ofensiva romana contra los cántabros en aquel momento de las guerras, lo que resulta totalmente compatible, también, con el resto de los materiales romanos localizados en el yacimiento. La disposición de nuestro campamento de campaña y el contexto arqueológico dan fuerza a la hipótesis restitutiva de una ofensiva, en cuyo desarrollo habría que situar la castramentación de El Cincho, que penetraría en territorio de los cántabros a través de las cabeceras del Ebro y del Nela hacía la vertiente cantábrica, hacia la divisoria Pas- Besaya. Esto viene en apoyo de los recientes planteamientos que ven en esta vía de penetración la que está mejor fundamentada hoy (GUTIÉRREZ CUENCA y HIERRO GÁRATE, 2001). ¿Estamos ante una de las tres líneas de avance de las tropas del emperador Augusto que señalan los historiadores romanos Floro y Orosio? ¿Quizá la línea principal del avance? Son cuestiones de gran alcance histórico que, tras los últimos descubrimientos y trabajos, ya nos podemos empezar a plantear.

El que la castramentación que nos ocupa fuese inutilizada intencionadamente en el momento de su abandono nos empuja a plantear la probabilidad de que la campaña en ese momento no estuviese finalizada y se temiera una posible utilización de la fortificación por el enemigo.

En conclusión, estamos ante un yacimiento arqueológico localizado en la cima de un cerro de situación estratégica desde el punto de vista militar ya que. con casi dos mil años de diferencia, así fue apreciado en los dos momentos de ocupación que se corresponden con las evidencias exhumadas y los materiales recogidos. El cerro fue elegido por las legiones de Roma para establecer un campamento de campaña durante alguna de las ofensivas inmediatamente posteriores al año 27 a. C., quizá la dirigida por el mismo emperador al año siguiente o la de Antistio del 25 a. C. y ocupado en su práctica totalidad, sobre todo cubriendo y reforzando con doble recinto su flanco septentrional. En época reciente de nuevo este emplazamiento fue elegido también para contener la ofensiva del ejército nacional en el Frente del Escudo (16-17 de agosto de 1937), realizándose dos líneas de trincheras en su ladera Este, la más baja de las cuales aprovecha parcialmente los restos del agger romano. Estamos, pues, ante un nuevo recinto campamental romano, un nuevo Ítem de la castramentación de campaña, adscribible al momento álgido de las Guerras Cántabras. Lo que esto significa para la reconstrucción de aquellos acontecimientos, al margen y complementariamente de lo que aportan las fuentes escritas, no se le debe escapar a todos aquellos interesados en la historia de la Hispania romana.


NOTA: Queremos mostrar nuestro agradecimiento expresamente al equipo de colaboradores que llevaron a cabo los trabajos de campo sobre la loma de El Cincho. A Mª Elena Marchena Ruiz, a Daniel Guerra de Viana, a Mª Paz Delgado Buenaga, a Ángel García Ibáñez, a Marisol Bustamante Montero, a Javier Marcos Martínez, a Francisco González Santiago y a José Luis García Alonso.


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2003, Jose L Lopez